El día
que mataron a Federico García Lorca, Ramón Ruiz Alonso sintió el placer de
hacer lo que tanto le reprimió sus puestos en el gobierno. Su revolver se
convirtió en una extensión de su cuerpo y en un tiro fulminante penetró la
poesía hecha hombre.
Dorcas Figueroa
No hay comentarios.:
Publicar un comentario