“Te extraño profundamente y sin conjeturas. A
sabiendas del futuro incierto y a pesar de la distancia que siempre nos separó”.
Se oyó un profundo suspiro, la punta del lápiz se partió y una lagrima recorrió
la mejilla tierna y roja de aquella joven. La carta nunca llegó, pues, aunque conocía
el destinatario, también sabía que en esencia no conocía ni siquiera una dirección
que le marcara el rumbo de su corazón.
Dorcas Figueroa
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