Johanna Ferran: La Casa de Bernarda Alba
He pensado constantemente,
cada día de mi vida, hora por hora, minuto por minuto, segundo por segundo que
para hacer teatro se tiene que nacer. Mucho
más que educarse en la profesión (porque para hacer teatro hay que educarse) se
tiene que tener pasión. Hablo de pasión porque en un país como el mío, donde a
todo le ponen un pero, se necesita mucha.
Cuando empecé
a estudiar teatro, luego de ver La Casa de Bernarda Alba dirigida por Johanna Ferrán
y luego hacerla dirigida de su mano, comencé a tener otra visión. Descubrí otra
faceta de esta mujer. Johanna Ferrán ya no era simplemente la actriz que
admiraba, la directora de teatro que tanto me regañaba y la maestra que tanto
me enseñaba. Ya era la cómplice que
alimentaba cada vez más mi amor hacia el arte, enseñándome que aunque no se
tuviera nada, se tenía que hacer un teatro de calidad para el público.
Un día de
los muchos al año que paso con ella, conversábamos de los cambios drásticos que
ha afrontado el teatro en Puerto Rico y como la sociedad ahora no responde como
antes a mi modo de ver las cosas. Muy dentro de mí un sentimiento de nostalgia
se apoderó (quizás añorando querer vivir ese tiempo) donde a pesar de los
tiempos convulsos el teatro más que hacerlo, se vivía. Ya era de madrugada y regresábamos
de Ponce. Yo no pude contenerme en hacerle una pregunta: “Johanna, ¿tu crees
que el teatro puede ser como antes?”. Su respuesta inmediata fue: “Nada es como
antes Dorcas, sin embargo se puede trabajar incansablemente para abrir otra
puerta, esta puede ser parecida o quizás mejor. ¡Queda de todos!”. Esas palabras jamás se me olvidarán. Hubo un
silencio de 15 minutos aproximadamente. Mi mente cavilaba en maneras de trabajo
y como lograr una estratósfera diferente que abriera paso a eso que ya no se
ve, pero que si llegó en su momento, y que esa gran mujer que tenia conduciendo
a mi lado había vivido. Detuve mi
pensamiento por un instante cuando me percate que Johanna se estaba durmiendo a
causa del largo viaje. Fue entonces en
lo que restaba de la noche y del camino que nos dispusimos a seguir conversando
mientras escuchábamos la música de Joaquín Sabina.
Indiscutiblemente
cada momento que paso con ella sea en el escenario o fuera de él es mágico. Es una aventura llena de conocimiento, arte y
mucha pasión por querer transmitir a todos sus estudiantes (como yo), esa
esencia de lo que es ser un ARTISTA en mayúsculas. A mi no me queda más que
decir cómo me enseño Johanna Ferrán: ¡A trabajar incansablemente para abrir una
puerta! Para abrirnos paso en este momento donde la conformidad nos deja la
resaca de los recuerdos maravillosos del pasado, sin ofrecernos posibilidad de
vivirlos en el presente pero siempre dejando la incertidumbre del futuro. Quien quiera salir de la conformidad logrará
abrir la puerta que muchos anhelan ver y la cual muchos también tienen temor a
abrir y quienes muchos también disfrutaron. Una cosa si sé, El ARTE JAMÁS
DESAPARECERÁ.
Dorcas Figueroa