“El teatro es
poesía que se sale del libro para hacerse humana”.
Federico
García Lorca
El 11 de julio de 2015 jamás lo olvidaré. Un viaje a España
que comenzó por puro interés para asistir al Festival de Teatro Clásico de
Mérida, sin todavía saber las piezas que ofrecerían, me hacía mucha ilusión por
el simple hecho de estar en el Teatro Romano y experimentar su magia.
Ya todo estaba: pasajes, estadías y cartelera teatral.
Abrimos con Medea y cerramos con la Asamblea de las Mujeres. Esta última
ansiaba verla porque ya la había
hecho para un trabajo de clase en la Escuela de Bellas Artes, pero más ilusión
era que Lolita interpretaría Praxágora. Un gran texto, dirigido por un gran
director como Juan Echanove y un elenco magistral sonaba tentador. Pero esta pieza precisamente era la que estaba
fuera de mi fecha de retorno.
A mi mente lo único
que llegó fue:
“si no puedo ver a Lolita en La
Asamblea de las Mujeres intentemos verla en La Plaza del Diamante. Praxágora
tiene grandes parlamentos pero La Plaza del Diamante es un monólogo y eso debe ser
magistral.”
La travesía comenzó. Mi destino: Menorca, Teatre Principal de
Maó. Ocho horas en avión de Puerto Rico a Madrid. Luego ocho horas de Madrid a
Barcelona (por eso de rendir el dinero, para ir por segunda ocasión a Mérida).
Cinco horas de Barcelona a Menorca. De ahí tomar dos autobuses que nos llevaran
a Mahón. ¡Ya estábamos aquí!
Las 21:00 horas llegaron, una sala repleta con un público de
todas las edades. Al menos mi hermano de travesía y yo no éramos los únicos
chiquillos de 21 años ansiosos por ver la obra.
El escenario ya estaba puesto, con un banco en el centro,
sobre un tablado de madera. Tiraron las llamadas y hubo un apagón de sala. En
la oscuridad con un ritmo muy peculiar se escuchaban las pisadas de aquella
actriz que ya estaba lista para comenzar la función. Al encenderse las luces,
allí, sentada en el centro del banco se encontraba Natalia, La Colometa.
Era un monólogo, sin embargo personaje que salía por la boca
de Natalia, personaje que te podías imaginar con el más mínimo detalle. El
mundo de la Colometa se abría y una Barcelona difícil, gris y roja estaba
expuesta ante un público inmerso en la pieza, capturados por la historia. Pero,
mucho más que la historia y la magia que envolvía el teatro, la dirección de Joan Ollé te llevaba paso por
paso experimentado cada una de las emociones interpretadas por tan GRANDE
actriz.
Fue una de las mejores noches.
Quizás no vulva a ver a Lolita Flores en mucho tiempo
(porque no todos los días se puede tomar un avión hacia el otro lado del
mundo), sin embargo me llevo de ella una noche llena de magia, de puro arte, de
mucho teatro. Una noche de Colometa. Una noche que a pesar del breve tiempo,
muestra que todo aquello que alguna vez escribí en el blog Agujeros en el Agua
(cuando me pidieron que escribiese en el mes de las madres de alguien que
admiraba) era verdad.
Esta mujer es una madre de arte, una actriz de esas que te
vuelan la cabeza y un ser humano tan genuino que penetra en el corazón para
quedarse. Somos muchos los que la queremos, pero yo más que todos. ¿Por qué?
Porque llevar esta profesión es cuesta arriba (lo sé porque lo estudio y porque
apenas empiezo a vivirlo en un país donde las artes no son un tema principal).
Porque hay que quemarse las pestañas e igual que se goza, también se sufre y no
todos se levantan. Ella es fuerte y sensible al mismo tiempo. Lo notas en su cabello, en sus ojos que
cuentan mil historias, en su agradecimiento con cada trabajador del equipo
técnico del teatro y en su sonrisa. Sonrisa que intenta mostrar cuando de darle
lo mejor al público se trata. Ella es pura verdad. Ella es Lolita Flores.
©Dorcas
Figueroa Ruiz
dorcas.fiigueroar@gmail.com
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