miércoles, 22 de julio de 2015

Noche de Colometa


“El teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana”.
Federico García Lorca

 
El 11 de julio de 2015 jamás lo olvidaré. Un viaje a España que comenzó por puro interés para asistir al Festival de Teatro Clásico de Mérida, sin todavía saber las piezas que ofrecerían, me hacía mucha ilusión por el simple hecho de estar en el Teatro Romano y experimentar su magia.
 
Ya todo estaba: pasajes, estadías y cartelera teatral. Abrimos con Medea y cerramos con la Asamblea de las Mujeres.  Esta última  ansiaba verla porque ya la  había hecho para un trabajo de clase en la Escuela de Bellas Artes, pero más ilusión era que Lolita interpretaría Praxágora. Un gran texto, dirigido por un gran director como Juan Echanove y un elenco magistral sonaba tentador.  Pero esta pieza precisamente era la que estaba fuera de mi fecha de retorno.
A mi mente lo único que llegó fue:
“si no puedo ver a Lolita en La Asamblea de las Mujeres intentemos verla en La Plaza del Diamante. Praxágora tiene grandes parlamentos pero La Plaza del Diamante es un monólogo y eso debe ser magistral.”
La travesía comenzó. Mi destino: Menorca, Teatre Principal de Maó. Ocho horas en avión de Puerto Rico a Madrid. Luego ocho horas de Madrid a Barcelona (por eso de rendir el dinero, para ir por segunda ocasión a Mérida). Cinco horas de Barcelona a Menorca. De ahí tomar dos autobuses que nos llevaran a Mahón. ¡Ya estábamos aquí!
Las 21:00 horas llegaron, una sala repleta con un público de todas las edades. Al menos mi hermano de travesía y yo no éramos los únicos chiquillos de 21 años ansiosos por ver la obra.
 
El escenario ya estaba puesto, con un banco en el centro, sobre un tablado de madera. Tiraron las llamadas y hubo un apagón de sala. En la oscuridad con un ritmo muy peculiar se escuchaban las pisadas de aquella actriz que ya estaba lista para comenzar la función. Al encenderse las luces, allí, sentada en el centro del banco se encontraba Natalia, La Colometa.
Era un monólogo, sin embargo personaje que salía por la boca de Natalia, personaje que te podías imaginar con el más mínimo detalle. El mundo de la Colometa se abría y una Barcelona difícil, gris y roja estaba expuesta ante un público inmerso en la pieza, capturados por la historia. Pero, mucho más que la historia y la magia que envolvía el teatro, la  dirección de Joan Ollé te llevaba paso por paso experimentado cada una de las emociones interpretadas por tan GRANDE actriz.
Fue una de las mejores noches.
 
 
Quizás no vulva a ver a Lolita Flores en mucho tiempo (porque no todos los días se puede tomar un avión hacia el otro lado del mundo), sin embargo me llevo de ella una noche llena de magia, de puro arte, de mucho teatro. Una noche de Colometa. Una noche que a pesar del breve tiempo, muestra que todo aquello que alguna vez escribí en el blog Agujeros en el Agua (cuando me pidieron que escribiese en el mes de las madres de alguien que admiraba) era verdad.
Esta mujer es una madre de arte, una actriz de esas que te vuelan la cabeza y un ser humano tan genuino que penetra en el corazón para quedarse. Somos muchos los que la queremos, pero yo más que todos. ¿Por qué? Porque llevar esta profesión es cuesta arriba (lo sé porque lo estudio y porque apenas empiezo a vivirlo en un país donde las artes no son un tema principal). Porque hay que quemarse las pestañas e igual que se goza, también se sufre y no todos se levantan. Ella es fuerte y sensible al mismo tiempo.  Lo notas en su cabello, en sus ojos que cuentan mil historias, en su agradecimiento con cada trabajador del equipo técnico del teatro y en su sonrisa. Sonrisa que intenta mostrar cuando de darle lo mejor al público se trata. Ella es pura verdad. Ella es Lolita Flores.
 
©Dorcas Figueroa Ruiz
dorcas.fiigueroar@gmail.com
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 
 
 
 

 

lunes, 11 de mayo de 2015

Lolita Flores: Madre de Arte

Si de familia de arte se trata, la familia Flores, le lleva la delantera a muchos. Pero no quiero hablar de todos los Flores, aunque me sea difícil no hacerlo.

Cuando era pequeña recuerdo perfectamente que las mejores fiestas se hacían en casa de mi tía Maribel. Se ponía mucha salsa, bomba, plena y boleros. Nunca faltaba la comida y tampoco el arroz con dulce de mi madre. Entre risas y algarabía esa fiesta (precisamente en víspera de reyes) marcó mi vida. Tenía siete años cuando todo comenzó con una canción. Mis primas, que para nada cantan, tomaron cada cual un micrófono del equipo de sonido que había llevado mi tio y comenzaron a cantar por encima de la voz una canción que todos conocían menos yo: Amor, amor. El dramatismo de la canción o  la actuación de ellas mientras hacían que cantaban me entretuvo. Entonces llegó el aplauso y ellas quedaron encantadas.

A las 12:00 de la madruga como ya oficialmente era día de reyes, podíamos abrir nuestro regalos. A mis primas, mucho más grandes que yo, le regalaron cd’s de música, películas y libros a mí me trajeron un “karaoke” verde de “casette”. Estaba culeca porque podía hacer justo lo que hicieron mis primas con aquella canción.

Al pasar los días mi madre tenía que ir a cuidar de mi abuela que paso el mayor tiempo de las navidades en el hospital y me dejó cuidando con tía Maribel. Yo no soltaba mi pequeño “karaoke” lista para hacer el alboroto donde fuera. Yo, pequeña al fin, no recordaba nada más que el estribillo de la canción que con tanto ímpetu repetía. Fue ahí cuando mi tía puso el cd completo y luego el otro y luego el otro, todos de Lolita. Aquella voz peculiar simplemente me dejaba hechizada.
 
Fui creciendo, y empecé a descubrir otras voces entre ellas, su hermana Rosario, igualmente a Antonio por un concierto del 1994 con Ana Belén. Todos grandes, todos diferentes. Los regalos fueron cambiando y ya eran parecidos a los que les regalaban a mis primas y entre todo a mí me llegaban libros y cd’s, pero ahora solo para escucharlos. Ya no tenía tiempo para el “karaoke”. Bueno realmente si lo tenía pero como no canto me ocupaba de hacer otras cosas.

Cuando ya tenía más o menos unos 13 años comencé a estudiar teatro. Veía películas y leía bastante (aunque todavía me falta mucho por leer) y buscando obras y películas, me topé de nuevo con Lolita. Instantáneamente me remonté a un pasado no muy lejano y recordé aquellas canciones que aprendí de más chica. Entonces cantó Mediterráneo (una de mis versiones favoritas). Y si ya estaba enamorada de Lolita en mi niñez, ni pensar la ilusión que me hizo verla actuar. Me empapé de su trabajo y afirmé que la vida da regalos. Algunos son de cerca, otros al otro lado del océano.
Hay madres biológicas, madres de vida y madres de arte.  Lolita se convirtió en una de esas madres de arte que me regalaba una enseñanza con cada pieza de teatro, música, televisión o cine que llegaba acá, a mi pedacito de tierra instalada en el Mar Caribe.  Aprendí también que la historia no es solo lo que marca un libro, sino que cada cual tiene una historia y en el mundo del arte existen legados, que el arte enamora y te hace participe cuando se aprende a amar lo que se hace y se representa dignamente.

Mi alma vieja en cuerpo de joven, hoy a mis 21 años, vive agradeciendo la vida de esta mujer. Agradecida de sobra con Dios y con la vida por permitir que su música llegara a mis oídos cuando tenía siete añitos. Sigo dando gracias. Gracias vida por una madre de arte como esta.
 
Gracias Lolita.

 ¡Feliz día de la madre, madre de arte y de la sabiduría ancestral con la que cuentas y me regalas con tu trabajo!
Dorcas Figueroa