Noches
largas, esperas eternas por algo que nunca llega. Bueno, a decir verdad por
algo que… que… nunca llegará, porque evidentemente todo mi mundo genial y fantástico
ocurre en un solo lugar, en mi cabeza, y lo anhela fervientemente mi corazón. Es idiota, estúpido, tonto, todo lo que yo
misma me digo y sin embargo mil veces lo repito. Hago pedacitos a mi corazón cada
vez que lo estrujo y lo golpeo contra algo que sé que tarde o temprano me hará daño.
Por un
instante tendida sobre mi cama, cierro mis ojos, los abro y no pasó nada.
Vuelvo y los cierro e intento no abrirlos para que ocurra todo lo que se desvanece
en un momento al reanudar la acción de abrirlos. Nada existe y la nada se convierte
en el todo.
Los
pensamientos vuelan, la musa se prende solo como manera de desahogo que al
final termino rompiendo para que nadie se entere de lo que siento porque aunque
lo combino con cosas fantásticas, mi sentir esta en cada una de la líneas representadas
en el pedazo de papel. Es una auto
ficción lo que vive en mi cabeza, lo que siente mi corazón y lo que escribo
continuamente cuando en este plan me pongo todas las noches que decido esperar
algo que jamás llegará.
Sin embargo
son las palabras las que si llegan aunque no pasen nada más de ser simples
letras escritas en un papel en blanco. Un papel tiznado con el dulce y a la vez
amargo sabor de mi locura que vive en mi mente y en mi corazón. Son tus ojos los que perciben todo lo que no
quiero decir o lo que simplemente no existe pero lo interpretas a tu modo,
sabiendo que detrás de cada oración existen tres puntos suspensivos dejándote en
la memoria el recuerdo de un momento que no sucederá dos veces porque nunca
paso una primera.
Sigo
esperando, todavía esperando por ver algo imposible pasar. Bueno si puede pasar,
quizás mañana.