jueves, 27 de noviembre de 2014

Quizás mañana

Noches largas, esperas eternas por algo que nunca llega. Bueno, a decir verdad por algo que… que… nunca llegará, porque evidentemente todo mi mundo genial y fantástico ocurre en un solo lugar, en mi cabeza, y lo anhela fervientemente mi corazón.  Es idiota, estúpido, tonto, todo lo que yo misma me digo y sin embargo mil veces lo repito. Hago pedacitos a mi corazón cada vez que lo estrujo y lo golpeo contra algo que sé que tarde o temprano me hará daño.
Por un instante tendida sobre mi cama, cierro mis ojos, los abro y no pasó nada. Vuelvo y los cierro e intento no abrirlos para que ocurra todo lo que se desvanece en un momento al reanudar la acción de abrirlos. Nada existe y la nada se convierte en el todo.
Los pensamientos vuelan, la musa se prende solo como manera de desahogo que al final termino rompiendo para que nadie se entere de lo que siento porque aunque lo combino con cosas fantásticas, mi sentir esta en cada una de la líneas representadas en el pedazo de papel.  Es una auto ficción lo que vive en mi cabeza, lo que siente mi corazón y lo que escribo continuamente cuando en este plan me pongo todas las noches que decido esperar algo que jamás llegará.
Sin embargo son las palabras las que si llegan aunque no pasen nada más de ser simples letras escritas en un papel en blanco. Un papel tiznado con el dulce y a la vez amargo sabor de mi locura que vive en mi mente y en mi corazón.  Son tus ojos los que perciben todo lo que no quiero decir o lo que simplemente no existe pero lo interpretas a tu modo, sabiendo que detrás de cada oración existen tres puntos suspensivos dejándote en la memoria el recuerdo de un momento que no sucederá dos veces porque nunca paso una primera.
Sigo esperando, todavía esperando por ver algo imposible pasar. Bueno si puede pasar, quizás mañana.

martes, 5 de agosto de 2014

“El arte puede resolver unas cosas que la matemática no puede…” Zora Moreno


“El arte puede resolver unas cosas que la matemática no puede…”, esas fueron las palabras de Zora Moreno una mañana del mes de julio.
El día a día del teatro en mi país está marcado por un desconocimiento total en la mayoría de los jóvenes que están interesados en aprender teatro, con sus excepciones de rigor, como bien decía una profesora que tuve. ¿En qué radica ese desconocimiento: en falta de interés o en desapego cultural? La única respuesta que encuentro a esta interrogante es simplemente porque se han desarraigado de lo de aquí. Están tan fascinados con cosas que vienen de otros países que sus aspiraciones la mayoría de las ocasiones no es hacer en su tierra y es una verdadera lástima. No digo que sea malo, pues un joven mientras más aprenda mucho mejor y más en este campo pero debemos de expandir nuestros conocimientos cuando verdaderamente sabemos con certeza quienes somos,  que se ha hecho y hacia dónde vamos y aunque en la marcha se aprende,  siempre poner un poquito de interés de nuestra parte, nunca está de más.
Cuando yo descubrí la grandeza y la calidad de los artistas de mi tierra, me enamoré más de aquí y me comprometí conmigo misma a ser agradecida con cada uno de los que estuvieron antes que yo por dejarme un legado histórico maravilloso.
   (Johanna Ferran y Zora Moreno, despues de la funcion de Juancho Cultiva en Puerto Rico, en el sector La Vega)
Dentro de esa historia, te contaré una que me tocó de cerca y por la que me siento sumamente bendecida. Hace unos cuantos años ví una obra con parte del grupo de Teatro Rodante dirigido por mi maestra y segunda madre Johanna Ferrán. La obra trataba del joven Barbosa y hubo una actriz que cuando todos salimos de la obra y fuimos a comer a McDonald’s fue el tema de conversación. Ella era Zora Moreno. Yo ya había leído su biografía tiempo atrás  en la página web de la Fundación Nacional para la Cultura Popular. Tiempo después la volví a ver, fue para una fecha cercana a mi cumpleaños  en la apertura de un festival de teatro, donde se había presentado la Zapatera Prodigiosa de Federico García Lorca. La emoción no cabía dentro de mí, tengo que confesarlo. Pero un día y creo que uno de los más dichosos de mi vida tuve la oportunidad de trabajar con ella en su teatro popular. Un teatro del pueblo y para el pueblo con su obra Juancho Cultiva en Puerto Rico, incluida también en su libro: Trilogía de Musiteatro Popular. En los ensayos me di cuenta que Johanna me observaba y notó que tenía una sonrisa en mi rostro, pues era la primera vez que representaba teatro que hablaba de mi tierra y junto a grandes artistas de aquí, pero sobre todo apreciar la versatilidad de esa gran mujer me hizo reflexionar de lo mucho que hay que hacer para llevar arte.
No sé si es cosa mía, pero no hay día que vaya a Loíza al centro EduCultural Yuisa y fije mi vista en las fotos que se encuentran allí. Son parte de un recorrido de las cosas que ha hecho Zora con Flor de Cahíllo.  Confieso que al verlas siento el corazón apretado, pero de la emoción, que lleva ver tanta historia.
Algo puedo asegurar y es que falta mucho por hacer y conocer, porque el pueblo necesita saber y el arte es la mejor manera para llevar el mensaje, pues logra sensibilizar al contrario de las matemáticas. La cita del principio, fueron palabras  que retumbaron en aquel instante en mi cabeza y aún al sol de hoy están presentes pues  su dulce voz sigue en mi mente y sus palabras están atesoradas en mi corazón.
¡Que viva el teatro popular y su historia!
Dorcas Figueroa
 

lunes, 2 de junio de 2014

La fachada es lo que cuenta (Microcuento)


El  día que mataron a Federico García Lorca, Ramón Ruiz Alonso sintió el placer de hacer lo que tanto le reprimió sus puestos en el gobierno. Su revolver se convirtió en una extensión de su cuerpo y en un tiro fulminante penetró la poesía hecha hombre.
Dorcas Figueroa